Martescito de recomendaciones: deshacer la envidia
Una serie de pensamientos encadenados y cómo conseguí deshacer la bolita de envidia que se me hace en el estómago.
Me despierto antes de que suene la alarma, una malísima forma de empezar el día. Dios, qué sueño. He dormido 8 horas y media entre sobresaltos de bebé que aún come por las noches. Remarco el “aún”, siempre me preguntan cómo si fuese un hecho insólito. “No saben nada de bebés viviendo su propia voluntad”, pienso. No importa las horas que duerma, lo de no dormir a pierna suelta es, ahora mismo, lo peor de mi vida. Acto mecánico: cojo el móvil. La adicción no solo depende de Instagram, es la dopamina de las interacciones lo que engancha. Me cuentan en un mensaje el éxito de alguien a quien conozco. Noto una bolita en el esófago. Verbalizo: me da envidia. Ya sabía yo que el día empezaba fatal. Me preparo. El niño despierto, está calentito, ojalá quedarme en la cama viendo pasar la vida. Los días que llueve para mí son días perdidos, aunque haga cosas. “En Galicia la vida no se para como en Madrid” me explicaba una conocida ayer. Bueno, yo es que soy de Móstoles, que lo tenemos más difícil que en Madrid (si cabe). Vamos, que en mi mundo la vida sí se para, como la A-5. Se despierta la bebé. “Está durmiendo pocas horas”, me digo, y noto que es un pensamiento recurrente pero no sé cómo conseguir que haga más siestas. Los adultos nos echamos las siestas, los bebés las hacen, los americanos las toman. No todo va a ser pensar en dormir este día. Stay tunned para otros dramas cotidianos. Bueno, yo qué sé: tengo que cambiarme el pantalón, que no conjunta y hoy tengo que salir a la calle. Salir, en mi idioma, es que me va a ver gente más allá de la familia que es mi redacción. Tengo capacidad de hacer hogar donde vaya. El patriarca ayer nos dio la enhorabuena a Pablo y a mí. “Al final Óliver no tenía razón, sí que trabajamos”, pienso sonriéndome sola. El niño vino un día a vernos y su veredicto no es que lo cuidasen todos, sino que bajó la producción y nos dedicamos más al ocio que a otra cosa. Soy consciente de lo que estoy haciendo cuando ya voy camino del autobús. Me estoy premiando recordando cosas buenas. La palmadita extra en la espalda. Me estoy diciendo que valgo. Que yo también tengo mis pequeños éxitos. Vuelvo a celebrar: sigue mi momento de suerte porque apenas me mojo porque el autobús llega en medio minuto. Sigo pensando en lo otro. Lo otrísimo. Vamos a ponerle nombre a esto. Nunca me oirás envidiando a nadie. En mi casa era el recurso de los indeseables. Un pensamiento que me dice que tengo que superarlo pero me permito amargarme hoy porque me acabo de enterar. Y si no, escribir a mi terapeuta. Voy a escribir igual para ver qué tal está, llevo meses atrasándolo. Me digo que al final se me pasará (la envidia) porque siempre justifico a la gente: tiene talento, quizá suerte, pero sobre todo talento. Solo el que piensa al revés mantiene la amargura, creo yo. Subo hacia el 27, el autobús que nunca me falla, siempre hay o está a punto de pasar. Solo envidio a una persona y (creo) que es porque alguien nos enfrentó en el pasado. Si tiene éxito es que yo no, supongo. Que ignore mi existencia tampoco ayuda, lo sé. Ahí está el 27, ¿ves? Estoy en racha hoy. Mientras cruzo el paso de peatones tomo una determinación: mi envidia no me va a perseguir mucho más rato, la vida me ha llevado por un camino con otro tipo de éxitos. “Un camino más sencillo”, pienso. Bueno, sencillo no es, no… Vamos, que tengo niños, y ahí lo profesional va a un escalón mucho más abajo. Eso sí. “Recuerda que eres feliz” me digo. Arranca el autobús, llego a trabajar pronto a pesar de la lluvia, solo éxitos. Todo éxitos. Que le den a la bolita del esófago, me desayuno un montadito y se me pasa.
RECOMENDACIONES
Hermanas Arce: un desayuno caro, pero honrado
El otro día fui con mi amiga Carmen a este sitio al que llevaba tiempo queriendo ir y he de decir que me comí una tostada de aguacate que no defrauda. El precio es elevado, algo más de 7 euros, pero una chica a veces solo quiere sentarse con una amiga en un ventanal que dé a una calle del barrio de las Salesas a hablar de proyectos y ganas de hacer cosas. Vengo a decir que ese barrio, aunque siempre me deja la tarjeta temblando, merece la pena aunque sea para pasearlo.
La sudadera de Navidad que absolutamente todo el mundo quiere
A lo mejor queda una unidad de persona que no ha visto ni me ha mandado la sudadera bordada de Navidad. Seguramente fui la primera en verla, y eso que solo entro a Instagram a mirar menciones y la primera cosa que me sale en pantalla (evito al máximo el scroll y hoy compruebo con sorpresa que está funcionando, estoy pasando menos horas con el móvil en la mano1). Me salió rápido más que nada porque sigo a la bordadora (de hecho el año pasado me compré los lazos que ella bordó, con la esperanza de replicarlos pero bebé, etc.), así que para cuando me llegaron los mil mensajes diciéndome lo mucho que me encaja, después de mucho research de sudaderas verdes parecidas a la del vídeo tenía una de Zara (Kids, por supuesto, somos caprichosas pero no tontas) en camino. Solo me falta que la bebé (etc.) me deje separarme de ella cuando la duermo y poder bordar. De momento, cero éxito porque no se puede coger el bus a tiempo y además tener suerte también para disfrutar de paz por las noches. Todo no.
Un espumoso sin alcohol de la gente de Möet
Yo, generalmente, no bebo. Es una cosa muy valiente a decir en España, lo sé, me he encontrado con todo tipo de comentarios y caras. Decir “no bebo” y que busquen las veces en las que SÍ bebiste. La realidad es que me gusta el vermú, pero aquí me tienes, dos años sin probarlo y no lo lamento. También me gusta el champán y, como soy pobre, tampoco sufro mucho. Me gustan esas dos cosas pero no sufro si me encuentro con algo sustitutivo. Vamos, que la presencia de alcohol ME DA IGUAL si la bebida está buena. No sé si os hablé ya del palé de Peñascal 0,0% con el que me hago tintos de verano (aunque sea rosado), buenísimo, y ahora leo en la magnífica newsletter de Anna Mayer que hasta Möet Henessy ha lanzado su propia marca sin alcohol. Evidentemente, quiero probarlo.
Servilletas de Navidad
A mí me gusta igual una mesa bien bonita con su mantel, sus cositas y tal (que nunca puedo poner porque de nuevo, niños y decoración, algo imposible e incompatible) que una mesa del día a día pero con sus detalles navideños. Ojo cómo he colado ya dos cosas de Navidad en una newsletter de octubre. Bueno, pues que para el día a día alegría he comprado servilletas navideñas en SheIn y NADA, que son preciosas.
Por cierto, me planteo hacer algún tipo de lista extralarga de Navidad, tipo 100 recomendaciones temáticas, no sé en qué formato. En el mundo anglosajón hay gente que las hace y cobra, yo no sé si hay mercado en España para ello pero quizá sea el camino para hacerme rica, solo que no sé verlo (no se me da bien ver riqueza, está claro). Aquí un ejemplo, no sé si le funcionará…
Una semana más, gracias por estar ahí, se me han quedado muchísimas cosas en el tintero y eso siempre me da alegría porque no quiero vivir el vacío existencial de no saber de qué hablar. De verdad, gracias por el feedback que me dais últimamente, me da la vida.
Aquí va una recomendacioncita extra, creo que la puso alguien en los comentarios por aquí, trucos para conseguir dejar el móvil y ponerse a leer. Para mí, no hay nada como determinación, buenos libros y el ebook que me está dando la vida (yo, que era defensora máxima del papel, pero la vida aprieta)
Si en algún momento la envidia surge por algo bordado, mándamelo y yo te lo hago según tu gusto e indicaciones... Para todo lo demás, creo que tenemos una vida fetén, aunque a veces no nos lo parezca ;)
El 27 fue mi bus durante unos cuantos años también :-P