Martescito de recomendaciones: una newsletter deliciosa
Que la muerte de Cervantes y Shakespeare no sea en vano: por un Día del Libro diferente.
El segundo mejor día de abril ya está aquí. El primero, como recordarás, es el 17 (aunque mira que insistí y nadie me ha mandado un regalo, igual es porque esta newsletter lleva poco tiempo, vamos a darnos tiempo, venga, va).
El Día del Libro es perfecto para ampliar la zona de la estantería de “pendientes” sin remordimiento. Gracias de nuevo, capitalismo, por encontrar una excusa buena para incitarme a la compra. Gracias, además, por incluir un descuento especial para este día: ahorro y tiempo limitado, lo mejor para hacer gasto sin miramientos. Me dan ganas hasta de pillar cualquier libro: los de Tamara Gorro o esos tan cuquis que ponen las influencers de decoración en sus casas.
Me da rabia que lo de regalar una rosa con el libro se quede solo en Sant Jordi, una tradición catalana y solo en este día, porque para mí lo de flores y libro es una unión perfecta que debería ser todo el año y en cualquier sitio. Podríamos añadir un pastelito y sería ya perfecto, pero bueno, quién soy yo para cambiar las costumbres. Bueno sí, si escribo yo, yo me invento la movida a mi manera, así que mejor que una única rosa, que luego no sabes ni cómo poner en casa sin que parezcas la Bella y la Bestia a no ser que te agencies un bosque de eucalipto como hice yo hace una semana, o podemos ser más originales y optar, por ejemplo, por un ramito de claveles. Aunque yo el otro día me compré unas peonías y tampoco te haría ascos. O tulipanes. Cualquier regalo me vendría bien pero, bueno, lo siento, habíamos prometido darnos tiempo con este tema.
Me gusta esto de celebrar un día del libro comprando libros. Es una redundancia mágica que se intenta con otros muchos días, sobre todo me llegan notas de prensa semanales para hacer homenajes gochos (el día de la croqueta, el del donut, el de los espaguetis carbonara aunque casi todos hagamos la carbonata, la variación que saca de quicio a los italianos), pero la cosa no funciona. No se cortan calles ni se ponen puestecitos con gente firmando paelleras en su día por muchas alegrías que nos dé... La explicación y la diferencia son sencillas: el Día del Libro tiene sus propios influencers históricos, Cervantes, Garcilaso de la Vega y Shakespeare, que supuestamente murieron este día y, claro, cómo no vamos a celebrarlos. Hombre…
Digo supuestamente porque soy una conspiranoica y si hoy en día funcionan las fake news cuando se supone que estamos en la era de la información y podemos contrastar todo, imagínate hace siglos. De hecho se dice que Cervantes murió el 22 y lo enterraron el 23 así que ya no es exactamente la historia tal y como la venden, ya metemos leves matices, qué casualidad… Tengo la sensación de que estamos amoldando los hechos a lo que nos conviene y no al revés. Soy una descreída pero es que nada es completamente real hoy en día. No tienes más que ver el reality de las Kardashian para saberlo,
Puede que haya quien piense (como mi madre) que celebro este día con ilusión especial por ser escritora, pero vamos a decirlo claro: publiqué mi libro en 2017. No me voy a quitar mérito porque quedó aceptablemente bien, tuve un pequeño baño de masas en la Feria del Libro, pero han pasado siete años. Fue en otra década. Esto es como hacer deporte… ¿Eres deportista si dejas de ir al gimnasio? Yo diría que no. Ha pasado tanto tiempo que simplemente soy, como dije en el primer martescito, solo técnicamente escritora. Tendría que escribir otro para revalidar el título, el tiempo dirá si eso está escrito en mi destino1.
Mientras tanto, como para esto no hace falta ser nadie, he decidido traer unas recomendaciones literarias pero, ALTO AHÍ, no te vayas. Ya sé que da muchísima pereza cuando la gente recomienda libros o cosas relacionadas con libros, a priori todos parecen sesudos, aburridos, un peñazo. Lo que más odio es cuando los denominan “deliciosos” o “bellísimos”. Luego los lees y la portada son dos franjas rojas y una foto del banco de imágenes, “bellitísimo”, vamos. Pero bueno, que aquí vengo con mis propias recomendaciones: ¿acaso no me conoces ya? Aquí estamos por el entretenimiento puro y duro, la diversión, el chascarrillo, nunca se me ocurriría convertir esta newsletter en un tostón. Quédate que igual te sorprendo (y además esto es gratis, tampoco pierdes nada).
Maridar un libro
Cuando tenía tiempo (y una casa en silencio y no con ‘We will rock you’ sonando porque a mi hijo ahora le fascina) me gustaba recrear la imagen bucólica de “mujer, vela y libro”. Hay quien además en esta situación necesita que llueva y se toma un té, pero a mí no me gustan las infusiones y lo de la sequía es real salvo para los que se creen las fake news, así que omito esa parte en mi experiencia un poquito ‘hygge’, pero cada cual que aderece con lo que le venga en gana.
La vela que mejor acompaña los libros que yo leo, ligeros y amenos casi siempre, cero deliciosos salvo si son de Jamie Oliver, es Forever Young de The Singular Olivia. El nombre ya te dice mucho de la vela y de mí, pero el olor, ay cuqui, ese olor no existe igual en el mundo.
Para encender la vela
Mi gran descubrimiento. Ya he comprado dos, uno para mí y otro para mi mejor amigo, que es un envidioso (se avecina newsletter sobre él, que se prepare). Vengo a confesar cosas, como siempre: no sé usar un mechero. De nunca. Es el típico gesto rudimentario que no cabe en mi cabeza (el otro que tampoco contemplaba era el de conducir: “A mí no me digas tus truquitos, a mí dime cómo se hace de verdad” le dije al que me explicó que tenía que soltar embrague y pisar acelerador). Tampoco se me da muy bien encender cerillas así que este invento me ha salvado la vida. Sé lo que sintieron las gentes de las cavernas porque para mí también es la primera vez que he sido capaz de hacer fuego. Todo gracias a a este futuro en el que vivimos: tengo un encendedor que se carga por USB. Está en tu distribuidor de cosas random de confianza: busca en Google “encendedor USB” y te saldrán decenas de opciones.
Sitios para leer
Si un libro es medianamente bueno, no es que haga falta demasiado escenario para leer, ni la vela que decía antes, aunque todo ayuda en la experiencia. Por supervivencia y por ganas, se puede en cualquier sitio: si vamos al caso, yo últimamente leo hasta sentada en el suelo un libro electrónico en la pantalla del móvil mientras se duerme un niño. Pero bueno, a veces a una le apetece, como decía, hacerse la guay, enriquecer la lectura, y hay sitios donde dices: “Uf, aquí vendría yo a leer”.
Estos son los últimos donde lo he pensado:
María Peperina: es una nueva cafetería donde tooodo está rico, especialmente lo dulce, y además son encantadores. Han puesto un sofá que o bien acaba saliendo en una sitcom o te grita en silencio: “Lee”. Inténtalo entre semana porque los findes ya está llenito.
La terraza del Museo Marítim de Barcelona: mi teoría de mentira es que en Barcelona siempre hace bueno, así que este sitio tan bonito merece que cualquier día cojas un libro y te vayas a leer ahí. Cuando fuimos en febrero vi a gente teletrabajando también, pero como las empresas están quitando a tope este derecho prefiero ni mentarlo.
La parte infantil de La Casa del Lector de Matadero: me sorprende mucho que con ese nombre este sitio no sea una biblioteca como tal, pero a veces tienen abierto este espacio y es chulísimo. Más bien para sentarte con los niños a leer que para ir tú a desconectar, aviso.
Librerías chulis
Tengo una sensación recurrente con las librerías y es que me parece que cada vez hay más (que haya pocas bibliotecas públicas ayuda en esto, quizá pronto también alguien vea negocio y haga piscinas en mi barrio ahora que han cerrado la que había). Yo sufro porque no puedo comprar en todas todo el tiempo porque además, recordemos, me he vuelto heavy user de eBiblio, pero intento hacer gasto de vez en cuando.
Aquí tienes tres muy distintas:
De cuento: es una librería especializada en niños en la que tengo hasta carnet de socia porque hacen descuento. Tienen todos los libros infantiles que se te ocurran y hacen cuentacuentos. Un 10.
La Anónima: especializada en mujeres, con coloquios, cuentacuentos y mil actividades. Está Navidad necesitaba un libro que vi agotado en internet, les escribí por WhatsApp y pude recogerlo en unos minutos. Dime si esto no es un servicio impecable. El libro era este, del creador de ‘Perdidos’, es muy especial al menos en cuanto a edición, y no sé si recomendarlo porque Pedro aún no ha podido leerlo.
La librería de Doña Leo: es una recomendación por intuición. Yo aún no he ido porque la última vez que pasé por Buñol justo estaban de descanso, pero sigo en redes todo lo que hacen y parece el típico sitio en el que te quedarías a vivir. Su dueño es Maximo Huerta, así que de libros sabe un rato, y de hacer lugares acogedores también (esto te lo cuento yo porque lo sé y viendo las fotos de la tienda lo confirmo). Además, estás en Valencia, no te vayas sin pedir un esmorzaret en un bar cercano.
Y, claro, libros
Lo he dejado para casi el final porque de verdad siento que todas las recomendaciones de libros parecen un poco tostón a priori (a no ser que alguien diga la palabra mágica “librazo” que a mí me incita a comprar inmediatamente, marketing directo). Dicho esto, y porque soy una persona corriente y contradictoria, yo me apunto todas esas recomendaciones de la gente y muchas veces aciertan, así que creo que lo que falla es cómo se hacen, no es el contenido sino el continente, pero no tengo la clave para hacerlo bien porque tampoco puedo tener todas las respuestas para todos los enigmas de la vida. Estos son algunos libros muy entretenidos que he leído últimamente:
La extraña desaparición de Esme Lennox: por si no lo sabes, Maggie O Farrell es la absoluta estrella de la literatura ahora mismo. Me he leído casi todo lo que ha escrito pero este me ha resultado divertido y entretenido. Hamnet y El retrato de casada, en cambio, me engancharon también pero me hicieron sufrir.
Los nombres propios: me encantó, la forma en la que Marta Jiménez Serrano describe nuestros recuerdos de infancia encaja totalmente con mi visión de la vida. Muy de nostalgia.
La anomalía: no sé si me lo recomendó mi amigo Iván o yo a él, de verdad que mis recuerdos del embarazo son borrosos, pero sé que uno le dijo al otro: “No te leas la sinopsis” y eso te digo yo, no lo hagas, deja que el libro te sorprenda y flipa con él mil millones.
Todo Manolito: este, evidentemente, no es reciente y podría recomendar cualquier libro de Elvira Lindo, porque los he leído todos (y todas sus columnas posibles) pero por si queda alguien en el mundo sin leer mi libro favorito del mundo mundial me parece idóneo dejarlo aquí. Mi vida sería muy diferente sin haber sabido de la existencia de Manolito, el abuelo, el Imbecil o Yihad.
Lo que más leemos en casa son, por supuesto, cuentos, mínimo uno cada noche. Pedro y yo coincidimos en que los más divertidos que hemos leído últimamente son: ‘Ñac-ñac el monstruo comelibros’ y ‘¡Tengo un hambre de dragón!’
Hack de madre: comprar libros
Este hack no está comprobado en la actualidad pero es lo que mi madre hacía conmigo. Cuando salíamos de casa y yo, como buena niña consumista, pedía que me comprasen cosas cada cinco minutos, ella nunca cedía (menuda es) salvo que llegásemos a una librería, ahí tenía la oportunidad siempre de coger un libro. No se me ocurre mejor forma y más natural que esta para incentivar la lectura. De momento yo tengo la versión gratuita de llevar a Óliver una vez al mes a la biblioteca a coger cuentos, pero mi plan falla porque a veces el catálogo, como hay pocas bibliotecas y va mucha gente con esta misma idea, está un poco mermado, y quedan solo reliquias infumables. Pero bueno, yo aquí dejo mi legado y que cada cual lo adapte a su vida.
Regalar libros de forma original
Si eres de esas personas que disfruta cuando alguien sigue una de sus recomendaciones (como yo cada vez que recibo un mensaje de agradecimiento por haberle descubierto las patatas fritas del Dia), este regalo te va a gustar: se lo hace la bloguera, empresaria y millonaria Elsie Larson a su hermana en Navidad pero nadie dice que no puedas regalarlo ya o cuando te apetezca, los libros no caducan. Consiste en recopilar los últimos ejemplares leídos que más te hayan gustado, añadir una nota (ella le pone qué esperar de cada uno y el ánimo con el que hay que leerlo), envolverlos y regalárselos a una persona especial. Yo añadiría que hay que saber bien los gustos de la otra persona y elegir acorde a eso, pero si el libro es bueno, es bueno. “Librazo” desde luego gana a todo.
Y hasta aquí la edición especial librera de los Martescitos, un poco distinta de las habituales.
¿Estamos a favor de hacer algunas versiones temáticas? Pido el comodín de la llamada.
Gracias por abrirme las puertas de tu correo una semana más, acepto comentarios, piropos y sugerencias.
El enlace más visitado la semana pasada fue, casualmente, el de la librería en inglés. Por supuesto, también recomendadísima.
Atención al juego de palabras. Como exescritora no tengo precio.
Apuntadas las recomendaciones...¿Y como no he leído todavía a tu América?? Ya tengo libro para hygge del finde que viene...
Totalmente de acuerdo con lo de comprar libros a los niños, tengo una leona en casa. El lado malo es que tengo que remodelar su habitación porque no nos caben más libros, y eso que leemos mucho de biblioteca (aquí no hay escasez, pero no hay una biblioteca digital decente). Así que hay que remodelar, comprar estanterías, pero antes pintar, cambiarle la cama, aquí no cabe todo, hay que cambiar de casa. Todo por el hábito lector. :(